martes, 30 de noviembre de 2010

Las diosas de la mujer madura



                                          Hestia


LA DIOSA DE LA SABIDURÍA MEDITATIVA

Hestia como el fuego central del hogar


Una de las diosas griegas más importantes, carente de una imagen y unas características físicas por las cuales poder identificarla en estatuas o pinturas, era Hestia, diosa del hogar y del templo, y la diosa de mayor edad de las doce divinidades olímpicas primigenias. Hestia era la hermana mayor de Zeus, Deméter, Hera, Poseidón y Hades, y la tía de Artemisa, Apolo, Hermes, Ares, Afrodita y Atenea. Aunque invisible, constituía el centro de cada casa y se la honraba con las mejores ofrendas en los templos de todas las divinidades.
Como diosa, Hestia era el fuego sagrado y central del hogar circular, y estaba presente en las llamas o en las brasas candentes como fuente de luz y calor. Como arquetipo, Hestia es el enclave de la quietud, el centro de la psique, al que muchos se refieren como el Yo.
 Es con Hestia con quien deseamos estar cuando anhelamos tener tiempo para pasarlo solas, cuando la soledad es un santuario y el alma reina en el fondo de nuestro ser. Si sabemos que el fuego simbólico de Hestia es el centro espiritual o la presencia interior que ilumina y acoge cuerpo y mente, nos embargará la sensación de hallarnos en paz con nosotras mismas y con un universo que es a la vez común y sagrado.
De todos los estadios de la vida adulta, es en la fase de la luna menguante cuando se dispone de mayor tiempo para Hestia. Este "arquetipo de significado" se satisface cuando los impulsos del ego y el modo de considerar a los demás, o bien la necesidad de mantener una relación en concreto o de tomar en consideración las necesidades de terceras personas, ya no constituyen el centro de nuestras vidas. La diosa Hestia era una figura "completa en sí misma", como les ocurre a un gran número de mujeres mayores que se sienten absolutamente realizadas. Se trata de mujeres sabias que no se hacen falsas ilusiones pensando que necesitan recurrir a algo o a alguien fuera de su persona para sentirse completas. Al contrario, se sienten en paz consigo mismas tal y como son.
Hestia es el único arquetipo de una diosa al que se le dedica un capítulo entero tanto en Las diosas de cada mujer como en Las diosas de la mujer madura. En un mundo marcado por el éxito en los papeles tradicionales de esposa y madre, las otras diosas olímpicas poseen una imagen y una fuerza visibles en la psique de la mujer, mientras que en el caso de Hestia eso no ocurre. Cuando Hestia es el arquetipo que predomina en la vida de una mujer, ese individuo sentirá que va desacompasado o que no está a la altura de las circunstancias, a menos que desarrolle otros aspectos de su persona paralelamente o sepa reconocer y honrar su genuina identidad interior y encuentre un lugar en el mundo donde pueda ser ella misma, o bien termine finalmente por encontrarse a sí misma en la vejez.

El fuego del hogar de Hestia

Yo vivo en la falda del monte Tamalpais, al norte de San Francisco, y en esa zona las tormentas suelen provocar cortes del suministro eléctrico, con lo que muchas veces me las he tenido que arreglar sin electricidad. A veces tarda bastante en volver la luz, y de noche las casas están oscuras y frías. En esos momentos me doy cuenta de lo importante que es un fuego, y eso me recuerda que el sagrado fuego de Hestia transformaba las casas en hogares, y los edificios en templos.
Estar cerca de un fuego cuando está oscuro me recuerda también a los campamentos de verano y al fuego de campo, que era la fuente de luz y calor alrededor de la cual nos reuníamos al anochecer. Esa hoguera se preparaba con mucho cuidado y se encendía de una manera ritual mientras cantábamos aquello de «crece, llama». Primero prendía la yesca, después las ramas y, finalmente, los troncos; y se creaba una atractiva isla de luz en la noche oscura.
Durante muchos milenios el fuego fue la única fuente de luz en la oscuridad, el único modo de cocer los alimentos, la única fuente de calor en invierno; además mantenía alejados a los animales salvajes y reunía a la gente. Pensemos en lo que significaba para la gente tener fuego, y lo frío, tenebroso, inhóspito e incluso peligroso que podía ser el mundo sin él. La casa y el fuego del hogar iban de la mano. El fuego del hogar era el centro alrededor del cual todos se reunían en busca de calor y seguridad. Cuidar del fuego, alimentarlo, amontonar las brasas y mantener el fuego vivo debió de ser una gran responsabilidad, sagrada incluso, de la que podía depender la supervivencia del grupo.
En la Grecia clásica Hestia estaba presente en todos los templos de mármol dedicados a dioses y diosas. El fuego que quemaba en el hogar circular del templo invitaba a comparecer a las divinidades a quienes se había dedicado el santuario. Podríamos establecer un símil y decir que para que el cuerpo sea un templo, debe albergar una fuente de luz y calor.


Una visualización de Hestia

Imagínate que tu cuerpo es un templo. El centro del templo está dentro de tu pecho, y en el centro de este espacio, hay un fuego vivo en un hogar circular.
Siente la luz y el calor que emanan de este resplandor, con unos rayos que inundan tu cuerpo de una cálida luz interior.
Pon tus manos sobre este lugar.
Después, cada vez que tomes aire, respira tranquila.
Aguanta la respiración unos instantes y permanece inmóvil.
Luego expira lentamente.
Inspira tranquila, aguanta y expira esa paz.
En esa quietud se nos aparece Hestia.


La mitología de Hestia

En la mitología griega Hestia fue la primera de los hijos que tuvieron Rea y Cronos, los titanes progenitores de la primera generación de dioses del Olimpo. Por derecho de nacimiento, fue una de las doce divinidades olímpicas, aunque no ocupaba un lugar en el monte Olimpo; tampoco protestó cuando la presencia de Dionisos, dios del vino, se hizo más relevante y la destituyó de su puesto entre los dioses principales. A partir de ese momento, en lugar de seis dioses y seis diosas, el panteón olímpico se compuso de siete dioses y cinco diosas. Hestia fue la única divinidad de la mitología de la Grecia clásica sin imagen (carecía de una imagen o actitud características, no se la representaba en obras de arte ni participó en ninguno de los conflictos o amoríos eróticos que constituyeron gran parte de la mitología griega). Sin embargo, se le rendían todos los honores, y recibía las mejores ofrendas que los mortales pudieran hacer a los dioses. Los romanos la llamaban Vesta.
Poseidón, el dios del mar, y Apolo, el dios del sol, deseaban a Hestia, pero ella los rechazó a ambos e hizo voto solemne de permanecer virgen para siempre, evitando un conflicto entre sus pretendientes rivales. Zeus, agradecido, le concedió el privilegio de estar en el centro de cada casa, ser venerada en los templos de todos los dioses y convertirse en la destinataria de las primeras ofrendas.

Los rituales de Hestia

A diferencia de otros dioses y diosas, Hestia no fue celebrada por narradores ni artistas. En cambio, la veneraban en los rituales, en los que  el fuego era sagrado. En la antigua Grecia y cuando se casaba una pareja, la madre de la novia encendía una antorcha en el fuego de su propia casa y, seguida de los recién casados, la llevaba a su morada para encender el primer fuego del hogar. Este acto consagraba el nuevo hogar. El significado simbólico de este ritual era el de hacer que la diosa Hestia estuviera presente en el centro de la casa. Dado que era la madre quien traía el fuego a la nueva casa de la novia de generación en generación, cada mujer perpetuaba simbólicamente la continuidad por línea materna de la diosa (al mantener el fuego del hogar y portar la antorcha).
El segundo ritual importante tenía lugar después del nacimiento de un niño. Cuando el recién nacido tenía cinco días, acudían los invitados a la casa para ser testigos de un ritual en el que daban vueltas al fuego del hogar con el niño en brazos, y a la luz y el calor de Hestia, le ofrecían su reconocimiento como nuevo miembro de la familia.
De la misma forma que cada familia tenía un hogar en el que moraba Hestia, lo mismo ocurría en cada ciudad o ciudad-estado. El hogar común era el fuego sagrado de la sala principal o el templo. Como en la constitución de las nuevas familias, cada vez que las gentes abandonaban su ciudad de origen para establecer una nueva colonia tomaban el fuego sagrado del hogar común para llevárselo a su nueva comunidad; el fuego de la madre pasaba a ser el fuego de la hija en el mundo colonizado. Hestia unía el viejo hogar con el nuevo, y la capital con todas las colonias.
En Roma, Hestia sería venerada como la diosa Vesta. El fuego sagrado de Hestia vinculaba a todos los ciudadanos de Roma como miembros de una misma familia. Las vírgenes vestales eran quienes atendían el fuego sagrado, las cuales encarnaban la virginidad y el anonimato de Hestia.

La diosa virgen

En la mitología griega Hestia era una de las tres diosas vírgenes olímpicas (junto a Artemisa y Atenea), que fueron las únicas divinidades insensibles a las flechas de Eros o los hechizos amorosos de Afrodita. Hestia no tomó parte en conflictos, luchas por el poder ni contiendas, que son el tema central de muchísimos mitos. Le bastaba estar presente en las casas y los templos. Como arquetipo de diosa virgen, Hestia es "completa en sí misma", palabras que implican que no necesitaba a nadie para serlo: ni esposo, ni hijo, ni amante.
El arquetipo de la diosa virgen, tal como lo describe Esther Harding en Women 's Mysteries, lo crea la necesidad de seguir los valores interiores propios en lugar del impulso de agradar, gustar u obtener la aprobación ajena. Cuando una mujer es completa en sí misma, sus acciones tienen sentido para ella y no le preocupa lo que piensen los demás. Normalmente, esto nos resulta más fácil a medida que nos vamos haciendo mayores. A veces, Hestia entra en la psique sólo cuando la pérdida y el dolor provocan que las mujeres descubran la riqueza de la vida espiritual interior o la dulzura de la paz y la tranquilidad.


Meditación

Mucha gente ha llegado a conocer a Hestia a través de la práctica espiritual de la meditación. En latín, la palabra para "hogar" es focus, y este foco o enfoque interior les llega a muchas sólo cuando se implican en la meditación. Es una meditación centrada en el momento, en vaciar la mente y calmar las emociones. La imagen y el ego, las comparaciones, las críticas, la diversidad de pensamientos sobre el pasado y el futuro, el apego que sentimos por mantener nuestra imagen o la de los demás hasta extremos absurdos, todo eso desaparece cuando calmamos la mente. La meditación es el método que muchas mujeres utilizan para conseguir tales propósitos.
No obstante, a esas mujeres que tienen presente el arquetipo de Hestia, el estado mental que otros consiguen a través de la meditación les llega con naturalidad. La tendencia a centrarse en los detalles de la casa es una actividad que equilibra a la mujer, un medio a través del cual ordena la casa y pone orden en sí misma. Como "mantenedora del fuego del hogar" encuentra la armonía interior a través del orden exterior. Con Hestia no necesitamos correr, tener la vista puesta en el reloj ni hacer críticas internas. A Hestia le gustan sus tareas y le absorben de la misma forma que la concentración en la respiración deja absorto al que medita. Mientras selecciona y dobla la ropa, plancha u ordena, coge flores y las arregla, prepara la cena o clasifica su armario, se encuentra totalmente en el momento presente.
Durante este proceso, si le viene a la mente un pensamiento o un sentimiento, lo contempla con claridad y distancia. Hestia nos proporciona el camino a la sabiduría meditativa, que es aquello que percibimos cuando nos encontramos en armonía con el Yo.
En las comunidades religiosas el trabajo, el servicio y el ritual son inseparables al limpiar el santuario, disponer una mesa o preparar el altar. Donde sea y cuando sea que una mujer pone orden, armonía v belleza en un ambiente, está creando un espacio sagrado. Realizar esta clase de tareas y penetrar en un espacio que se ha cuidado a tal efecto tiene mucho de satisfactorio. Desde los tiempos de los prehistóricos habitantes de las cuevas, el fuego en el centro del hogar no sólo proporcionaba luz y calor, sino que aportaba la sensación de ser una familia a los que lo disfrutaban. El fuego era donde se cocinaban los alimentos, y alrededor del fuego se celebraban las comidas. La hospitalidad significaba compartir el fuego y la comida. En la actualidad la presencia de Hestia da calor a nuestros corazones, alimenta el alma y da la bienvenida a los demás.

El espacio de Hestia

Como arquetipo, Hestia representa una presencia o una energía femenina invisible que impregna una situación, un lugar o una mente y lo transforma en un lugar sagrado. El fuego del hogar de Hestia se relaciona con el alma y la casa, con la entidad más que con la acción. Su sabiduría es la sabiduría de sentirnos equilibradas y dueñas de nuestras emociones, que son generosas y en absoluto posesivas. Es el arquetipo que asociamos a la plenitud del alma o al punto de quietud que albergamos en el interior de nuestra mente. Sin hacer o decir nada directamente que provoque un cambio en una relación o una situación, la mujer que encarna este arquetipo posee una influencia sutil y transformadora sobre los demás en su entorno. No polariza a nadie puesto que se encuentra cómoda en su silencio interior. En su presencia y en su entorno siempre sereno los demás se limitan a existir. Cuando se entra en el espacio de Hestia, las comparaciones y la competitividad se dejan en la puerta.

Hestia y Shekinah

Existe una similitud entre Hestia como diosa del hogar y Shekinah, el aspecto femenino de la divinidad en el judaísmo, la cual también es invisible y carente de persona. La palabra hebrea sh'kina significaba "lugar donde morar", tal vez implicando que era el lugar "donde Dios vive". Shekinah llega a la casa judía el viernes, cuando las mujeres encienden las velas para la comida del Sabbath y el Sabbath da comienzo, y permanece en la casa durante toda la celebración, momento en que se hace un alto en el trabajo y la casa pasa a considerarse un templo.
La ceremonia japonesa del té es otro santuario de Hestia. Si bien la tarea es puramente hacer y servir el té al invitado, ésta se eleva a una forma de arte que lleva a los participantes, a disfrutar de un estado interior de serenidad y de un espacio intemporal.

Uno de los atributos de la tercera etapa de la vida

Cuando la mayor preocupación de una mujer consiste en ser necesaria, productiva o atractiva, y seguir siéndolo siempre, no existe lugar para Hestia en su psique. Ni siquiera cuando esas actividades no consisten en un trabajo o unas relaciones absorbentes con las que tenemos que hacer malabarismos, o cuando el llevar a cabo nuestras responsabilidades requiere más horas de las que a menudo parecemos tener. No nos ha de extrañar entonces que una mujer no disponga de tiempo suficiente para labrarse una vida interior, y todavía menos para disfrutar de períodos de soledad, hasta alcanzar la tercera etapa de su vida. Ahora bien, no se trata solamente de una cuestión de disponibilidad de tiempo. Para que la soledad sea satisfactoria en el aspecto anímico, el arquetipo debe estar presente.
Cuando Hestia aparece como arquetipo importante, la mujer es capaz tanto de valorar lo que ya ha pasado como de verse a sí misma y a los demás bajo una luz más objetiva. Como el fuego del hogar que ilumina, hay más claridad en todos los aspectos de la vida de una mujer y un centro interior alrededor del cual pueden reunirse las diversas facetas de su personalidad. Hestia es un arquetipo de integración y de sabiduría interior. Veo a Hestia como el anhelo de encontrar un espacio y un tiempo propios para sentirse presente. Al espacio de Hestia, real o imaginario, no lo turban la presencia de otras personas, las emociones o las pertenencias. Es un lugar al que regresamos, y que encontramos tal como lo dejamos. A medida que reconocemos nuestra necesidad de soledad, las mujeres empezamos a fantasear sobre tales santuarios o incluso a soñar con ellos.
  Las mujeres a las que les atrae la meditación como práctica espiritual están escuchando a la Hestia que hay en su interior. Para ellas, la soledad y el silencio son algo que las alimenta y las equilibra. Quizá es en la vida adulta cuando, por primera vez, disponen de tiempo para estar con sus propios pensamientos o analizar sus sentimientos. A pesar de su enorme importancia, sienten un mayor desapego ante la familia, el  matrimonio o la carrera, y cuando Hestia entra en acción, sufren un marcado cambio de rumbo interior.
    Si a pesar de la actividad de nuestra vida empezamos a fantasear con retirarnos a un monasterio, ingresar en un convento o atravesar la niebla para alcanzar un Avalon imaginario,  estamos sintiendo la llamada interna de concentrarnos interiormente, hallar un poco de soledad o estar junto a otras mujeres más equilibradas espiritualmente. Si, por el contrario, nos atrae la novedad en nuestras vidas, como si sintiéramos la atracción de un fuego cálido y brillante, quizá lo ilumine Hestia y sea una fuente potencial de sentido.

Una crisálida particular

Los trastornos del sueño, los pensamientos en mitad de la noche y los sofocos que marcan la fase menopáusica de la vida de una mujer exigen que analicemos esta transición. Muchas mujeres refieren cambios de ánimo, una necesidad imperiosa de escribir poesía, sentimientos que afloran o recuerdos que, de repente, les vienen al pensamiento. El inicio de la menopausia provoca en las mujeres una crisis de identidad y un reajuste hormonal tan molesto como el de la adolescencia.
En este período es algo común en las mujeres querer retirarse a un espacio donde reine Hestia, buscar tiempo para estar a solas, cuidar del fuego interno, reflexionar y meditar sobre los cambios e introducir cambios en sus vidas. Es como si existiera la necesidad de tejer una crisálida particular para proteger el Yo de este período de transición psicológica y transformación potencial. Cuando una mujer emerge de este estadio de crisálida como anciana sabia, lo hace como portadora de su propio santuario.

Del comité interno al círculo interno

En Las diosas de cada mujer utilicé la metáfora del comité para describir nuestras personalidades complejas. Los arquetipos internos que expresan los múltiples aspectos que hay en nosotras a veces compiten entre ellos. Son masculinos y femeninos, jóvenes y viejos. En la mayoría de las mujeres, los arquetipos de las diosas son la base de los patrones principales que hay en nosotras. Si funcionamos bien, es porque tenemos un ego competente "presidiendo el comité", que decide a quién escucharemos y a quién tendremos en cuenta, y que mantiene el orden y permite la discusión antes de ejecutar cualquier acción decisiva. Las diferentes situaciones requieren de diferentes aspectos de nosotras mismas, y a veces un arquetipo o una parte de nosotras ha de "esperar su turno".
Los arquetipos más compulsivos nos influyen. Si se frustran, nos conducen a obsesiones dolorosas, y cuando se satisfacen, pueden convertirse en fuentes de sentido. Cuando somos jóvenes o de mediana edad, los temas más cruciales para nosotras son: tener un marido fiel, un hijo sano, un amante, o bien ser competitivas o convertirnos en ganadoras. Cuando la menopausia se acerca con sus cambios hormonales, la intensidad de nuestros objetivos se relaja. En ese momento los arquetipos dominantes ya han quedado satisfechos, al igual que el ego. Una mujer que pasa la menopausia no sólo tiene más años, sino que muy probablemente habrá madurado con sus penas y alegrías, sus logros y fracasos.
Creo que una anciana sabia es una mujer que ha sufrido un cambio en su mundo interior. El Yo, y no el ego, es el elemento central de su personalidad. En ese momento en lugar de celebrar una reunión del comité con el ego como presidente, se reúne un círculo al amor de la lumbre en el que Hestia es la figura central. Cuando Hestia deviene el arquetipo central de una personalidad, es como si los miembros del consejo interior se sentaran alrededor del fuego, hablando y escuchando, para aclarar una situación determinada. Si se ha logrado el consenso interior, nuestros actos serán coherentes con nuestro estilo de vida: el modo de actuar traslucirá la personalidad interior. Querría añadir, por otro lado, que las personas "que dirigen su mirada hacia el interior" pueden ser muy activas y eficientes en el mundo, y eso es algo que a menudo se aprende cuando te haces mayor. En palabras de Gloria Steinem: «¿Quién habría pensado que yo, que era una de las personas más extrovertidas que pueda imaginarse, consideraría ahora la meditación una herramienta revolucionaria (porque sin la disciplina personal, no vamos a poder enfrentarnos a la autoridad externa), juzgaría más importante explorar el espacio interior que el exterior o incluso sumiría en la consternación a algunas feministas al decir que el poder también es algo interno?».

SU NOMBRE ES SABIDURÍA


En presencia de Hestia,
con Hécate de testigo,
confía en la gnosis de Sofía
y escucha el consejo sabio de Metis.


Empleemos la imaginación para hallar a Hestia


Penetra en una habitación serena, en un templo,
en un espacio sagrado
o incluso en un claro del bosque.
Advierte que hay un fuego encendido
en una hoguera circular,
y acércate.
Observa el fuego.
Siente su calor y seguridad.
Ha llegado Hestia.
Puedes notar su presencia,
incluso verla en el fuego.
Descúbrela en el fondo de tu corazón
y te sentirás en casa.


Recurramos a la imaginación para encontrar a Hécate

Llega el crepúsculo,
un momento que no es noche ni día,
el misterioso momento intermedio.
Te encuentras en un camino o un sendero en el campo,
y te acercas a un cruce de tres caminos.
El sendero que sigues se bifurca
y debes elegir una dirección.
Hécate está contigo.
Quizá la veas o quizá sientas su presencia.
Escucha o siente lo que tiene que decirte.
Es una mujer sabia
que te conoce bien.
Es la profunda sabiduría intuitiva
a la que puedes recurrir si estás atenta.
Plantea las preguntas adecuadas
y espera sus respuestas.
¿Qué es esta intersección?
¿Qué elección tienes?
¿Adonde llevan los dos caminos?


La imaginación al servicio de Sofía


Imagina:
Se abre una verja o un portón.
Debes cruzar el umbral,
si quieres reunirte con Sofía.

Sofía está en tu interior,
como la gnosis.
Sabe que eres un ser espiritual
que recorre un sendero humano.
Sabe que tienes alma,
y que te planteas un objetivo.
Sabe que formas parte de un universo
vasto, hermoso, pleno de sentido,
visible e invisible.
Sabe que la divinidad se aloja en ti,
y que es femenina.

¿Cruzarás este umbral para conocerla
y para saber lo que ella sabe?


Sirvámonos de la imaginación para descubrir a Metis

Habla con Metis.
Visualízala.
Pídele que te guíe
y dale tiempo
para que te aconseje.
La sabia consejera interior
es una estratega de gran nivel;
ha aprendido de la experiencia
del riesgo y del castigo.
Sabe mantenerse vigilante y ser paciente
para adaptarse a la inevitabilidad del cambio.
Ha desarrollado una técnica particular
y conoce a fondo el material con que trabaja,
que podría ser la gente.
Ha cultivado un oficio o domina un instrumento,
o bien lleva una casa o dirige un despacho,
educa a niños,
manda tropas
o es científica o erudita.
A pesar de sus logros en este mundo,
y a pesar de su éxito,
su camino le ha servido de aprendizaje
para adquirir una sabiduría más elevada,
que trasciende al ego.
Metis es la técnica,
aunada a la experiencia y la sabiduría.
Busca su consejo
cuando quieras conocer el camino más idóneo
(y no tan sólo cómo llegar a tu objetivo).


Puedes alcanzar la sabiduría


Vive el momento presente y céntrate.
Sé una observadora intuitiva
y recurre a tu memoria.
Confía en tus presentimientos,
y deja que la sabiduría te guíe.